jueves, 2 de junio de 2011

Trata de Personas

Para entender mejor el funcionamiento de la esclavitud humana, necesitamos aceptar que las mafias son empresas, que la prostitución es una industria y las mujeres y las niñas son los productos que son vendidos.
            La mafia conocida como Yakuzas es desde el siglo XVII la tradicional en Japón, y es conocida por mantener las tradiciones a pesar de su gran modernización en todo el mundo.
            El yubitsume es el ritual que los miembros de la mafia cuando cometen una falta o alguna traición menor son obligados a llevar a cabo este ritual.
El yubitsume consiste en cortar la falageta o punta del meñique con una espada o cuchillo de un solo golpe y entregarla al oyabun o alto mando. Ésta tradición tiene su origen en los tiempos en el que el sable era un arma de uso común entre los Yakuzas.
            Ya que ellos consideran que el dedo meñique resulta indispensable para el manejo del sable, amputárselo significa renunciar al uso experto del sable o espada y forzarlos de los colegas para poder sobrevivir.
            El individualismo es estos grupos no son aceptados del todo o bien vistos dentro de la cultura nipona en general y en la mafia Yakuza en particular, estas redes de tratantes están en constante modernización y transformando sus técnicas de esclavitud ya que aunque alguna mujer llegue a tener la suficiente información para inculpar a alguien o alguna organización en particular siempre hay demasiados obstáculos.
            Las mafias que se dedican a vender protección forman parte de la estructura del estado debido a que las leyes contra la trata de perdonas no van de la mano con los cambios culturales y, ante todo, porque el siglo XXI en un golpe de bumerón ante el feminismo: esto quiere decir que el sexismo viene de regreso fortalecido y con nuevas formas de mercadotecnia. A decir verdad nunca se había ido del todo en algunos países si no que solamente se ha disfrazado mediante discursos políticamente correctos.
            A comienzos de la primera década de este siglo comenzaron a aparecer libros, series de televisión y reportajes escritos dedicados a la esclavitud de las mujeres y las técnicas para movilizarlas a otro lugar.
            El periodista Victor Malarek reveló pruebas muy claras en su libro “Las Natashas: tristes esclavas sexuales del siglo XXI”, donde explicó las estrategias de los traficantes y tratantes con muchos detalles sobre las mujeres de Rusia y países aledaños a Estados Unidos. Fue hasta entonces cuando los tratantes lenones de diversos países repitieron el mismo discurso de académicos y feministas defendiendo el trabajo sexual como la liberización real de la sexualidad femenina en la economía capitalista. Ya no existía la necesidad de drogarlas, golpearlas ni mantenerlas profundamente aterrorizadas, sólo se necesitaba fortalecer la cultura del sexismo, maquillada aparentemente de sofistificación y riqueza.
            Es necesario educarles en un sistema de premios y castigos, como le dijo una tratante a Victor Malarek: “Someterlas a la normalización de la explotación sexual a través de la exposición sistemática a la pornografía;  convencerlas de que ellas eligen lo que están haciendo, y recordarles constantemente que su vida no tiene sentido ni valor y que perderán si rompen las reglas del juego.”
Una de las premisas centrales del debate mundial sobre la prostitución es que las decisiones difíciles también son decisiones; hay un momento determinado en que las mujeres a partir de dieciocho años en adelante eligen <<libremente>> entrar, quedarse y vivir en el ámbito de la prostitución.
            Las mafias se divierten y se nutren con los créditos que les ofrece esta discusión entre intelectuales y activistas. La argumentación filosófica sobe el significado de la libertad de la elección y de la inducción ha pasado a formar parte del discurso de las redes de los tratantes.

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